viernes, 18 de septiembre de 2009

La verdad oculta

Eran las 2 de la madrugada y Sebastián estaba echado en su cama, pensando como siempre en los avatares que la vida le hacía pasar día a día en su existencia, cuando de pronto escuchó un ruido, como si alguien estuviera andando por su departamento. Se apresuró a pensar que era sólo su imaginación, hasta que sonó la puerta, se levantó lentamente de la cama y se acercó a la puerta para abrirla, con mucha cautela y, cuando la abrió, quedó entre atónito y aterrorizado con lo que vió.

Sebastián era un joven de 23 años que, por decisiones personales había preferido la vida retirada del ambiente familiar. Era un chico casi tranquilo, con un pensamiento a veces algo pesimista y depresivo, y que reflexionaba demasiado acerca de la vida, cosa que lo hacía a veces tomar las decisiones erradas, pero aún así, él sentía satisfacción de las decisiones que pudiese tomar, a pesar de que fuesen erradas o no.

Fue una noche de mayo, cuando el clima de Lima no es ya tan cálido, y empieza a caer el otoño sobre la ciudad cuando Sebastián decidió salir a caminar por los alrededores de su hogar, en San Isidro, una zona muy tranquila y segura. Esa decisión fue quizá acertada, porque tenía que reflexionar sobre algunas preguntas que él mismo se iba planteando, la más importante en ese momento era "¿Por qué me niego ser feliz?". Pensó y pensó y llego a la mera conclusión de que estaba enamorado, quizá de la persona menos indicada, pero él sabía que había dado mucho de sí por esa persona "especial", y su otro cuestionamiento era, "¿Por qué ella no supo valorar este amor tan puro y sincero que le ofrecí?". Y en el fondo se sentía triste. Sentía realmente lo que alguna vez oyó decir a Gabriel García Marquez, "No hay peor forma de extrañar que sentarse al lado de la persona que sabrás que nunca podrás tener", cayó en cuenta de que quizá es lo más cierto que le pudieron haber dicho.

La noche se hacía más espesa y Sebastían decidió volver a casa, quizá a dejar de ver la monotonía de la calle de San Isidro, en la cual no hay mucha novedad por estos tiempos, a pesar de ser violentos. Cuando llegó prendió la pequeña lámpara de escritorio y sacó una hoja, escribió unos versos:

"La noche espesa y cargada de melancolía
me hizo caer en cuenta de muchos avatares
que la vida, no es,quizá, por todos lares
una fiesta prima de dulces alegrías."

Luego de eso, de sus ojos brotaron unas pequeñas lágrimas, y fue cuando realmente se dió cuenta que estaba enamorado de ella, que el tiempo había sido en vano, y que no había podido olvidarla, a pesar de que ella estaba comprometida y que lo había desdeñado por algún tiempo. Dándose cuenta al fin se tiró a su cama a mirar el techo. Pensando en los avatares que la vida le hacía pasar día a día en su existencia, cuando de pronto escuchó un ruido, como si alguien estuviera andando por su departamento. Se apresuró a pensar que era sólo su imaginación, hasta que sonó la puerta, se levantó lentamente de la cama y se acercó a la puerta para abrirla, con mucha cautela y, cuando la abrió, quedó entre atónito y aterrorizado con lo que vió. Y era ella, estaba ahí parada, radiante como siempre, la miró a los ojos y vió la profundidad de su mirada, eso de lo que él se había enamorado, ella lo abrazó con fuerza, y ella lo miró a los ojos, y le dijo "te amo". Él totalmente sorprendido le soltó y ella lo repitió. Ella lo amaba, y había pasado tanto tiempo, que él no había podido olvidarla. Por fin había llegado el momento, se abrazaron...la besó, y una lágrima corrió nuevamente por su rostro.

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